Esquema
- Causas de la guerra civil:
- Polarización política y radicalización:
- Oposición de los conservadores a la política de izquierdas
- Desorden público
- Violencia callejera
- Asesinato de Calvo Sotelo
- Conspiración militar:
- Fracaso del golpe militar
- El bando Nacionalista
- Apoyos
- Geografía golpista
- El bando republicano
- Revolución social
- Caos e Inestabilidad política
- Problemas militares
- Organización del bando nacionalista:
- Dictadura militar bajo un solo mando, el de Franco
- Junta de Defensa Nacional
- El Movimiento
- Anulación de las reformas republicanas
- Internacionalización de la Guerra Civil
- Lucha antifascista
- Política de No-Intervención del Reino Unido y Francia
- Apoyo a la República de la Unión Soviética y de las brigadas internacionales
- Apoyo de Mussolini y Hitler a los nacionalistas.
- Consecuencias:
- Demográficas
- Económicas:
- destrucción de infraestructuras
- Disminución de la productividad agraria
- Políticas:
- Dictadura
- Eliminación de partidos políticos y sindicatos
- Represión
Preludio
Las
elecciones de Febrero de 1936 resultaron ser un plebiscito entre dos
posturas bien radicales: a favor de una república enteramente de
izquierdas que excluía al centro y a la derecha, o en apoyo de un
régimen de derechas. Tras la victoria del Frente Popular las
posturas se radicalizaron. La grave crisis económica y el
encarecimiento de la vida exasperó a las masas proletarias. Además,
los grupos adinerados, a causa de la política reformista del
gobierno, sacaron del país vastas sumas de capital, agudizando la
situación.
La
victoria del FP fue tomada por los revolucionarios de izquierda como
signo para iniciar su tan ansiada revolución, sucediéndose una
oleada de huelgas, incendios de iglesias, periódicos de derechas y
locales de estos partidos. Más aún, obreros y campesinos
revolucionarios, impacientes ante la lentitud burocrática de la
legalidad constitucional, crearon asambleas paralelas a las
institucionales. Mientras que por el otro lado, los falangistas
ponían bombas en locales sindicales o intentaban asesinar a figuras
como Jiménez de Asúa y Eduardo Ortega y Gasset. La acción
gubernamental mostró serias deficiencias y parálisis ante este
creciente desorden público. La actividad política y el ambiente
social se iban descomponiendo paulatinamente.
El asesinato de Calvo
Sotelo, como represalia a otro anterior de un teniente de Asalto
izquierdista, precipita al ejército
a actuar bajo pretexto de que un gobierno civil había permitido que
el país cayera en el desorden. Nunca en la Europa occidental
democrática un dirigente de la oposición había sido asesinado por
miembros de la policía estatal. Además, el Estado evidenció su
debilidad al no controlar a sus agentes ni reaccionar para
establecer la confianza de la población que no lo había votado. Una
parte de España se sintió amenazada por la otra y cometió el error
de alzarse contra ella.
El fracaso colectivo: Guerra Civil
(1936-1939)
Monárquicos, católicos,
tradicionalistas y falangistas conspiraron contra el Frente Popular,
pero fue protagonizada primordialmente por militares. La sublevación
se inició en el protectorado de Marruecos el 17 de julio, donde se
hallaban las mejores tropas. La geografía de la rebelión tenía
bastante semejanza con la de los resultados electorales de febrero de
1936, prueba de la influencia del ambiente político de cada zona
sobre la definición ante la insurrección. El golpe había tenido
éxito en las zonas católicas que habían votado a la CEDA. Sin
embargo, en los bastiones izquierdistas de la España industrial y de
los grandes latifundios del Sur la sublevación fue derrotada por la
acción espontánea de las organizaciones obreras, cuyas milicias
compensaron con su entusiasmo la profesionalidad del ejército
rebelde, desbaratando el pronunciamiento imaginado por Mola, que
preveía que duraría sólo unos cuantos días. Si sólo se hubiera
enfrentado al gobierno sus previsiones habrían resultado acertadas.
Las ventajas iniciales,
tampoco abrumadoras, del estado republicano se perdieron porque
además de de hacer frente a la sublevación militar, debía
enfrentarse a un auténtica revolución social y política surgida en
las mismas regiones y sectores sociales que se decían adictos. Se
produjeron colectivizaciones rurales agrarias y urbanas obreras. La
revolución política y social ocasionaron impotencia y confusión en
el gobierno de la República. Más aún, la revolución fue una hidra
de varias cabezas: anorcosindicalista, sindicalista, dos comunistas y
tres socialistas, a veces mordiéndose furiosamente entre sí y cuyas
juntas y comités actuaron autónomamente. El gobierno quedó en
manos del republicanismo burgués que gozaba de legitimidad
internacional y las milicias populares controlaron la calle.
La Guerra Civil fue una
contienda entre la revolucionaria izquierda y la
contrarrevolucionaria derecha, con los poderes del totalitarismo
fascista ayudando a la derecha y el poder totalitario soviético
ayudando a la izquierda. El Comitern ayudó a reclutar soldados por
todo el mundo, sobre todo en Europa, que vinieron a luchar contra el
fascismo: las brigadas internacionales. Pero Stalin no actuó por
idealismo, su política fue motivada por la búsqueda de un pacto con
Francia en contra de Alemania, y su ayuda fue bien e inmediatamente
pagada con las reservas de oro. Los principales países democráticos,
como Gran Bretaña y Francia, podrían haber apoyado a la República,
pero sus sectores más conservadores, temerosos de la experiencia
revolucionaria, presionaron para la creación de un Comité de
No-Intervención que dañó seriamente a la República. El
conservador Winston Churchill, principal fautor de la alianza
antigermana, afirmó que si hubiese sido un ciudadano español habría
apoyado a Franco.
Odio y miedo, dos
impulsos ciegos, atizan la furia del terror blanco y el terror rojo.
Fue un enfrentamiento inusitádamente cruel, como si el objetivo no
hubiese sido sólo vencer, sino erradicar la oposición por completo,
extirparla física, además de políticamente, como si de
representante de un principios metafísico o religioso se tratara, la
fuerza de un absoluto Mal. La guerra tuvo un carácter religioso. El
odio al catolicismo estaba motivado por el convencimiento que la
Iglesia era el baluarte cultural y espiritual del orden tradicional,
más aún que los miembros de la clase política conservadora y los
grupos económicos, y que clero, iglesias y conventos no eran sino
representaciones símbolicas y tangibles de ese orden. Llama la
atención la represión en la zona republicana de los frailes y
religiosos. La mayor persecución de la cristiandad, sólo comparable
a la Revolución Francesa o el Imperio romano.
En el bando de los
nacionales, Junta de Defensa Nacional, una junta militar interina
formada por Mola, concede a Franco, de manera provisional, el mando
único militar (generalísimo) y el lideradgo político (IX,1936).
Un mes más tarde asumía los poderes de Jefe de Estado, sin límite
alguno de autoridad o de tiempo. Durante los siguientes meses inició
una campaña de propaganda cuyo objetivo fue elaborar el mito del
“Caudillo”, el supremo líder nacional, un equivalente a “Führer”
o “Duce”. Instauró un estado campamental administrado por la
Junta Técnica de Estado, nombrado directamente por él, entre cuyos
componentes había militares y civiles de derecha. Se derogaron
las reformas sociales y políticas llevadas a cabo por la II
República.
En abril de 1937 formó
de manera bastante arbitraria su nuevo partido estatal: Falange
Española Tradicionalista de las JONS, uniendo así las dos
principales fuerzas paramilitares de voluntarios: la de los requetés
(carlistas ultracatólicos y tradicionalistas), con la del partido
fascista creado por el joven y carismático José Antonio Primo de
Rivera, ejecutado por los republicanos en noviembre de 1936 y
convertido en mártir por los nacionales. Fue un partido único vacío
de contenido y de escasa influencia. Pero Franco consiguió una
unidad considerable que contribuyó de manera importante a su
victoria.
En el bando de la
República, las acontecimientos marcharon bien diferentemente. El
Estado burgués se colapsó a causa de la existencia del poder
paralelo de los órganos revolucionarios. Las masivas
colectivizaciones de la agricultura y la industria acaecidas en el
otoño de 1936 no contribuyeron a crear una maquinaria bélica. Hubo
también luchas internas entre el gobierno central y los autonómicos,
entre el socialismo prietista y el caballerista, entre el comunismo
ortodoxo, que durante la guerra había alcanzado una influencia muy
grande, y el POUM. Se creó un Estado convencional con un control
centralizado de la economía y de las instituciones para llevar a
cabo un esfuerzo bélico eficaz. Se termina con la revolución y se
desmantelan las colectividades. Las abigarradas columnas anarquistas
se incorporan al ejército regular, pero no se consigue la victoria.
Resultado: el activo más importante del pueblo español: el espíritu
revolucionario fue aplastado y el honesto POUM eliminado brutalmente
por la NKVD; su líder Andreu Nin, asesinado.
La Guerra Civil tiene
cuatro fases:
- La guerra de columnas (julio a noviembre de 1936). Mola es detenido en el Sistema Central en su marcha hacia Madrid.
- La batalla en en torno a Madrid (noviembre de 1936 a marzo de 1937). El Ejército de Marruecos al mando de Franco logra con la ayuda de Hitler y Mussolini atravesar el estrecho para avanzar hacia Madrid. Las fuerzas regulares se muestran superiores frente a las milicias, pero el Ejército Popular impide con la ayuda soviética la caída de Madrid.
- La campaña del Norte (abril a octubre de 1937), que resuelve la guerra. La República pierde una cuarta parte de sus efectivos y la mitad de su potencial industrial.
- Frente del Este (Octubre de 1937 - 1 de abril de 1939). El armamento de los Nacionales es ahora superior. La batalla del Ebro es la más sangrienta, larga y empañada batalla de la guerra civil española, también la más innecesaria y absurda. Tras su derrota, el ejército republicano, desmoralizado e inferior, no fue ya capaz de ofrecer resistencia al adversario. Tras el colapso de Cataluña, centenares de miles de personas cruzan la frontera. Buena parte de ellas ya no volverían a hacerlo en sentido inverso. Franco consigue que Madrid se rinda incondicionalmente.
Consecuencias:
Se estima que murieron
600.000 personas, incluyendo combates, bombardeos y ejecuciones. En
el bando republicano, decenas de miles murieron de hambre y varios
centenares de miles huyeron de España.
Los años de postguerra
trajeron una difícil convivencia entre los supervivientes de ambas
zonas, acrecentada por la represión franquista y su política de
división entre vencedores y vencidos. Aún no terminada la guerra se
promulgó la Ley de Responsabilidades Políticas con la caul fueron
juzgadas por tribunales militares varios cientos de miles de personas
durante los primeros años posteriores a la contienda. Se decretaron
unas 51.000 penas de muerte, aunque casi la mitad fueron reducidas
por Franco. Se ejecutaron 28.000, en algunos casos a protagonistas
del “Terror Rojo”, en otros a meros disidentes políticos.
En 1939 la producción
agrícola había descendido un 21 % y en industria un 31 % respecto a
niveles prebélicos. La renta per cápita descendió un 28 %. Muchos
obreros volvieron al campo, de manera que la población empleada en
él superó temporalmente el 50 %, pero se produjeron menos
alimentos. Se perdió un tercio de la marina mercante y un 40 % del
tráfico rodado. El Estado se endeudó con Italia y Alemania. Las
condiciones de pago por parte de Italia fueron generosas, pero a
Alemania hubo que pagarle con bienes exportables (concesiones
mineras). El gobierno de la república pagó con el oro del Banco de
España (cuarta reserva mundial) a la URSS su ayuda militar.
La implantación de una
dictadura con apoyo de las potencias fascistas, acarreará el
aislamiento de España, circunstancia que agravó los problemas
económicos y sociales. El nivel de vida descendió alarmantemente y
hubo que esperar a 1951 para recuperar el nivel anterior a la guerra
civil.
En el mundo de la cultura
hubo un exilio masivo de intelectuales. En determinadas áreas como
la poesía, la ciencia y el pensamiento quienes emigraron
representaban una porción trascendental de la cultura española.
Algunos de ellos encontraron imposible identificarse con el
extremismo de uno u otro bando y se exiliaron voluntariamente para
formar parte de la “Tercera España”: Ortega y Gasset, Gregorio
Marañón, Pérez de Ayala, Salvador de Madariaga...
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