Clasificación
Se
trata de un fragmento de la resolución del IV Congreso del
Movimiento Europeo. Es una fuente primaria. El texto es
circunstancial, en concreto una declaración, de naturaleza política.
Su autor es colectivo: la delegación española
invitada al IV Congreso del Movimiento Europeo, formada por 118
políticos españoles de la oposición democrática al régimen de
Franco, pertenecientes tanto a la oposición interna como al exilio.
Su destinatario es la opinión pública internacional. Se
redacta en Munich, entre los días 7 y 8 de junio de 1962.
Circunstancias
espacio-temporales: En España se viven años de desarrollismo
económico (la producción industrial supera el 12 %), de
liberalización económica y de reforma institucional.
En el gobierno se halla una coalición aperturista con
Muñoz Grandes en la vicepresidencia del gobierno y Manuel Fraga
Iribarne en la cartera de Información y Turismo, desde donde sacará
a delante una Ley de Prensa que limaba los aspectos más aberrantes y
obsoletos de la de 1938. Se producen encierros y manifestaciones en
las universidades de Madrid y Barcelona y protestas y huelgas obreras
en Asturias, País Vasco y Barcelona. Intelectuales encabezados por
Menéndez Pidal piden el fin de la represión. Se proclama el Estado
de excepción.
En el exterior, la Europa democrática vive un florecimiento
industrial. En octubre tiene lugar la crisis de los de los misiles
cubanos, uno de los episodios más dramáticos de la guerra fría.
Análisis
El Congreso declara que, según los principios político e
ideológicas que animan a Europa occidental, todo país que quiera
integrarse en ella debe tener un sistema democrático, por ello se
exige de España instituciones democráticas verdaderamente
representativas, la garantía de los derechos del hombre, la
identidad de las regiones y la posibilidad de organizar partidos y
sindicatos.
Comentario
El período que transcurre de 1951 a 1965 es el del apogeo del
régimen franquista. Éste carecía de institucionalización, lo que
lejos de ser un testimonio de su debilidad era muestra de su
capacidad de adaptación. A la altura de 1951 éste había superado
ya el peor momento de su existencia por la simultaneidad de la
presión interior y la de la guerrilla con la exterior. La oposición
vio pasar su mejor oportunidad en la posguerra mundial y ya nunca
recuperaría sus posibilidades hasta la muerte de Franco. La década
de los cincuenta fue el peor momento de la oposición, reducida, en
el caso de los monárquicos, al colaboracionismo, y en el de la
oposición de izquierdas exiliada, a la fragmentación y al recuerdo
del pasado republicano. El máximo declive de la oposición entre
1951 y 1956 se vio acompañado por la ruptura de los contactos entre
la oposición interna y la exiliada. En 1956 se produce por vez
primera una oposición formada no por los vencidos sino por los hijos
de los vencedores: la protesta de estudiantes. A partir de la última
fecha se reanudan los contactos y surge un proceso de convergencia
entre opositores del interior y del exterior, procedentes de diversas
generaciones y de medios doctrinales distintos, que acabaría dando
fruto en la reunión de Munich en 1962.
Rasgo común a todos los grupos surgidos en torno a 1956 en el
interior de la península fue la coincidencia en torno al europeísmo.
La idea de Europa revestía una especial significación. Por un lado,
el régimen había pedido la integración española en el Mercado
Común Europeo, al darse cuenta que no había otra opción para la
economía española. Por otro lado, la opción europeísta suponía
identificarse con la fórmulas democráticas, por ello quedaron
excluidos de la reunión de Munich el PCE, el POUM, la CNT y el FLP.
En el interior, el europeísmo estaba difundido en medios muy
amplios. En el exilio, Salvador de Madariaga había jugado un papel
decisivo en la promoción de la unidad europea. A Madariaga y su
entorno hay que atribuir la idea de una reunión del europeísmo
español. La idea de Madariaga era que los políticos del viejo
continente hiciesen una declaración en favor de la democratización
de España. Se optó por celebrar una reunión sobre Europa y España
con ocasión de otra celebrada por el Movimiento Europeo en Munich
durante los primeros días de junio de 1962.
Cuando la reunión tuvo lugar, España había pasado por una oleada
de huelgas quizá las más amplias, en cuanto a participación
popular y dispersión geográfica desde el final de la guerra civil.
Los huelguistas habían recibido muestras de solidaridad tanto de
grupos políticos de la oposición interior como de la exterior, así
como de organismos internacionales, lo cual colocó al régimen en
una marcada predisposición a la actuación represiva.
Se reunieron en la ciudad bávara algo más de un centenar de
españoles, de los que dos tercios procedían del interior; estaban
representados todos los grupos de oposición, tanto exiliada como
interior, y, por fin, consiguió llegarse entre ellos a un acuerdo
respecto del régimen de Franco que superase el debate de como llevar
a cabo la transición a la libertad, a través de la Monarquía o la
implantación de un período de transición sin preciso signo
institucional. Eludida esta cuestión, se coincidió en la aceptación
común de los puntos que aparecen en la declaración motivo de este
comentario.
La respuesta de Franco fue inmediata y debe ser entendida en el
contexto de su capacidad de aprovechamiento de las supuestas
injerencias ajenas en la vida del régimen, de su preocupación por
las huelgas de meses anteriores y de su habitual temor a que sectores
políticos moderados le quitaran el apoyo de las clases medias que
hasta entonces habían estado tras él. Estos factores hicieron que
la reacción fuera desmesurada: se suspendió el Fuero de los
Españoles y la prensa desató una durísima campaña en contra de
los asistentes a la reunión, inmediatamente calificada de
contubernio. Llegados a Madrid, los reunidos tuvieron que
optar entre el confinamiento en Canarias o el exilio. Paralelamente
se organizaron en toda España manifestaciones en que se excitó el
numantismo de quienes estaban a favor del régimen.
La importancia del contubernio de Munich estriba en que por
primera vez la oposición del interior supera en número y relevancia
a la exiliada. Más trascendente es el hecho de que se empezase a
cerrarse la herida causada por la guerra civil, pues hubo sintonía
no sólo entre Madariaga y Gil Robles, sino también entre éste y
Llopis, dirigente socialista, pues ambos se habían enfrentado
durante la época republicana. La reunión también supuso la
manifestación de una oposición que no iba a desaparecer, de que los
vientos de la Historia soplaban a su favor y empujaban a España
hacia Europa. Pero también se mostró la fragilidad y fragmentación
que caracterizaba a la oposición. Hubo crisis en los movimientos
democristianos y monárquicos según el grado de afinidad con el
régimen. Don Juan de Borbón emitió una nota afirmando no haberse
sentido representado en dicha reunión, que Gil Robles interpretó
como una desautorización. Hubo que esperar a la muerte de Franco
para que se democratizara el sistema político y España fuera
aceptada en Europa.