Esquema
1. Decadencia
del régimen de la Restauración
1.1.
Oposición
1.2.
El problema colonial de Marruecos y el impacto
de la I Guerra Mundial
1.3.
La revuelta de 1917
1.4.
La solución Militar: golpe de Estado de Primo de
Rivera
1.5.
Apoyo monárquico y opinión pública favorable
2. Política
del nuevo régimen
2.1.
Ausencia de vida parlamentaria. Partido único.
2.2.
Representaciones corporativas
2.3.
Militarización de la gestión
2.4.
Regeneracionismo: se desmonta el caciquismo
2.5.
Nacionalismo español versus nacionalismo
periférico.
2.6.
Orden público
2.7.
Reforma de las administraciones provincial y
local
2.8.
Fin de la guerra de Marruecos
2.9.
Dictadura militar y dictadura civil
3. Economía
3.1.
Nacionalismo económico e intervencionismo.
a) Regulación
del mercado interior y proteccionismo.
b) Creación
del Consejo Económico Nacional.
c) Fomento
de la producción:
·
Protección fiscal
·
Créditos favorables
d) Plan
Nacional de Infraestructuras
e) Confederaciones
hidrográficas
f) Creación
de monopolios
4. Crisis
de la dictadura
4.1.
Oposición
4.2.
Incapacidad de generar una salida al estado de
excepción
4.3.
Caída del dictador
4.4.
Caída de la monarquía
España entra en
el siglo xx con una realidad social que desborda los límites previstos por el
sistema diseñado por Cánovas. Nuevos problemas se harán presentes: la guerra de
Marruecos, el auge de los nacionalismos, el aumento de la población y de las
tensiones sociales.
El liberalismo
oligárquico, incapaz de reformarse a sí mismo, se hundía en el desprestigio y
la inestabilidad. El encarecimiento de la vida y el desequilibrio salarial
causados por la Guerra Mundial exacerbaron las tensiones sociales que
condujeron a la crisis de 1917. Superada la sacudida revolucionaria, trece
Gobiernos se sucedieron entre 1917 y 1923. El desastre de Annual sitúa a
Alfonso XIII al borde de la abdicación, pero, siguiendo el modelo de otros
países europeos, se va a intentar un sistema autoritario: la dictadura de Primo
de Rivera.
La razón
principal de la victoria del golpe de 14 de septiembre fue que no sólo en el
Ejército sino en la sociedad española no había quien estuviera dispuesto a
luchar por el Gobierno. El rey aceptó el golpe de Estado del general Primo de
Rivera como hecho consumado. El Gobierno liberal en el poder muestra una
actitud pasiva. Los catalanistas tienen una actitud de reserva y atención. El
problema social desatado sobre todo en Barcelona lleva a la burguesía a buscar
en el nuevo sistema una solución. El Partido Socialista y la UGT no se oponen.
La opinión pública lo recibe con entusiasmo. La razón estriba en que la
regeneración, ese objetivo ansiosamente perseguido en décadas anteriores,
parecía hacerse ahora viable en la figura de un general recibido como un
auténtico Mesías. La única oposición vino de un grupo de intelectuales como
Unamuno, Pérez de Ayala y Azaña. El programa de Primo de Rivera, un tanto vacuo
en cuanto a soluciones concretas, se centró en resolver los problemas
fundamentales que le condujeron al poder: caciquismo, conflictividad social,
guerra de Marruecos y situación económica.
La dictadura,
que siempre se concibió como un régimen temporal, se divide en dos etapas:
Directorio Militar (1923-1926) y Directorio Civil (1926-1930). Se controló el
orden público declarando el estado de guerra e imponiendo la censura. Su
espíritu regeneracionista le lleva a la destrucción de la oligarquía y el
caciquismo. Para ello se elaboró el Estatuto Municipal, obra de Calvo Sotelo,
en un sentido marcadamente democrático y autonomista, ya que permitía el voto
femenino y la elección democrática de alcaldes, pero estas reformas fueron
rechazadas. La absoluta totalidad de los alcaldes seguirían nombrados por el
Estado, a través del Ministerio de la Gobernación. El propósito
regeneracionista quedaba pues por completo incumplido. Si se provocó la crisis
del caciquismo fue por marginar del poder a los partidos del turno. La
aprobación del Estatuto sólo supuso el aumento del gasto y, por tanto, la
mejora de las infraestructuras municipales. Entre 1923 y 1924 se quiso poner en
marcha lo que Joaquín Costa había
denominado política quirúrgica. Se disolvió todos los Ayuntamientos y
Diputaciones y se nombró a unos delegados gubernamentales en cada partido
judicial para que se encargaran de su inspección. En esencia, su actuación fue
superficial. Como dijo Azaña, el regeneracionismo, si de verdad quería serlo
debía nacer de una movilización espontánea hecha en un clima de libertad. La
dictadura redujo la libertad y con ello dificultó el regeneracionismo. Nada
cambió en la verdadera entraña de la vida política nacional.
Con este mismo
espíritu de regeneración se formó un partido único, la Unión Patriótica, que
pretendía no sólo terminar con la vieja política sino procurar una nueva, pero
nunca se prohibió el resto de partidos. La UP se fundó en abril de 1924 para
que fuera una organización de apoyo al régimen. Era un ejemplo perfecto de
imprecisión, sin un papel y contenido ideológico claro. Primo de Rivero llegó a
definirla como un partido político, pero apolítico, que ejerce una acción
político-administrativa. Tradicionalistas, católicos y conservadores
nutrieron principalmente sus filas. Fue tan circunstancial como el Gobierno y
desapareció con él.
La mayor
popularidad se consiguió en el terreno militar al terminar con la guerra de
Marruecos. En principio, se había declarado partidario de abandonar la empresa
marroquí, consciente de su impopularidad, sobre todo entre las clases
populares, y de la escasa capacidad técnica del Ejército español. Pero las
circunstancias impusieron el cambio de política de Primo de Rivera. Los errores
de Abd-el-Krim causaron dicho cambio y el éxito de Primo de Rivera. El líder
rifeño atacó a los franceses, provocando la acción coordinada de Francia y
España. El desembarco de Alhucemas (IX-1925) se saldó con un éxito
espectacular. A partir de ese año
Marruecos dejó de ser un problema. Fue el mayor triunfo de Primo de Rivera y
explica su voluntad de permanencia.
En diciembre de
1925, el general imaginó un paso hacia la normalidad en forma de constitución
de un Directorio civil. Como necesitaba compaginar su autoritarismo con
liturgias parademocráticas e influir también sobre la voluntad del monarca,
escenificó una especie de plebiscito informal de adhesión a su régimen. Al año
siguiente convocó una Asamblea Nacional consultiva, no elegida, que fue
presentada como un procedimiento para facilitar la vuelta a la legalidad. Sus
miembros pertenecían todos ellos a la derecha conservadora y redactaron un
proyecto de Constitución autoritaria que contenía limitaciones al ejercicio de
los derechos. Como este proyecto no satisfacía al Dictador ni a sus
colaboradores, se planteó de nuevo el problema de cómo conseguir que el régimen
adquiriera legalidad. En realidad lo que hizo el dictador fue afirmar su
voluntad de permanencia en el poder sin indicar un camino preciso para salir
del régimen dictatorial.
A partir de
1925 se fue produciendo una creciente separación entre la vida política oficial
y la sociedad catalana. La dictadura promulgó un Estatuto Provincial muy
restrictivo respecto a la autonomía regional. En 1925 se disolvió la
Mancomunidad y en 1926 se prohibió expresamente cualquier intento del
catalanismo político de reanudar su propaganda política. Más decisiva en el
enfrentamiento fue la agresión dictatorial contra la lengua y las instituciones
sociales catalanas, que causó indignación en la sociedad catalana, pues, como
dijo Cambó, el catalanismo tiene su origen más en los sentimientos que en los
intereses materiales. La consecuencia fue que el catalanismo burgués y
posibilista representado por Cambó fuera desplazado por el más radical de
Macià, convertido por la dictadura en símbolo de resistencia nacional.
La atención a
los problemas sociales y el intento de resolver la lucha de clases atrae la
colaboración de los socialistas y la UGT. El Dictador nunca pretendió una
radical transformación social y practicó una paternal intervención en los
asuntos sociales. Se creó un alto órgano consultivo: el Consejo Nacional de
Trabajo, Comercio e Industria, seguido del Instituto de Reformas Sociales, que
impulsaron el Código de Trabajo, legislación que se centró en temas
fundamentales como la contratación, la regulación sobre accidentes laborales
y los tribunales industriales. Pero lo
más importante de esta política social fue la organización corporativa mediante
los comités paritarios en los que estaban igualmente representados patronos y
obreros. Según Primo de Rivera no se trata ya de que los distintos elementos
sociales luchen ni contiendan sino que se articulen y colaboren. Esta
organización corporativa y la estabilidad en el empleo propició una paz social
con el consiguiente restablecimiento del orden público. A partir de 1923 el número
de huelgas disminuyó.
La dictadura es
un paréntesis de calma y prosperidad en el siglo XX español. La década de la
dictadura fue la de los felices años veinte y Primo de Rivera se vio ámpliamente beneficiado por una situación de auge económico, común a todas las
latitudes y que él mismo no había contribuido a crear. La política económica
estuvo vinculada a un nacionalismo regeneracionista presidido por el proteccionismo y la intervención estatal.
Se fomentó la construcción de obras públicas como carreteras -en esta época
apareció el automóvil-, y vías de ferrocarril. Se crearon las Confederaciones
Hidrográficas, la más importante de ellas: la Confederación del Ebro, gracias a
la cual se mejoró y amplió el riego de miles de
hectáreas. En la industria se
trató de llevar a la práctica un nacionalismo, más o menos autárquico,
dirigida por el recién creado Consejo de
Economía Nacional. La creación del Monopolio de Petróleos CAMPSA es la muestra
más fehaciente de dicho nacionalismo. Su finalidad primordial fue proporcionar
un alivio a las necesidades fiscales. El aspecto más discutible de esta
intervención del Estado es la financiación del gasto. No se produjo una reforma
fiscal, sino que fue la emisión de Deuda el gran motor de la expansión
económica. El efecto de la política económica sobre la producción industrial
fue bueno, pero el gran beneficiario fue sólo el sector pudiente de la sociedad
española. Las transformaciones sociales fueron mucho más modestas y no se
enfrentó al problema agrario de campesinos sin tierra. Si la dictadura fue
incapaz de poner en marcha un modelo político nuevo, el económico se le agotó
con la crisis económica de 1929.
A pesar de sus
indiscutibles realizaciones, los problemas de fondo que aquejaban a España no
se resolvieron, sólo se arrinconaron. Al final de su mandato Primo de Rivera
cuenta con la oposición de los
nacionalistas; con la de los miembros de la vieja clase política, pues su lucha
contra el caciquismo les había desorganizado el sistema en que se apoyaban; con
la de los socialistas que un primer
momento habían colaborado con el régimen; con la de los intelectuales -grupo
poco numeroso pero muy influyente en la opinión pública- cuyas fricciones
fueron casi constantes desde el primer momento. Unamuno fue exiliado. En 1929
hubo graves incidentes estudiantiles. Los estudiantes, entre quienes eran ya
frecuentes las mujeres, se politizaron rápidamente en sentido republicano
llegando a colocar en el Palacio Real un cartel en el que se leía Se
alquila. También tuvo en la oposición a determinados sectores del ejército, como se
manifestó en la Sanjuanada, VI-1926. Pero la ruptura de relaciones del Dictador
con el ejército se produjo con el conflicto artillero a causa de la política de
ascensos, que afectó no sólo al régimen sino a la monarquía, pues se consideró
que había una evidente connivencia entre el Rey y el Dictador. Mientras tanto,
la coyuntura económica positiva de los años veinte se deterioró gravemente y
los conflictos sociales reaparecieron en 1929. Primo de Rivera, que había
conquistado el poder sin derramamiento de sangre, hecho excepcional al tratarse
de un golpe militar, protagonizó otro hecho aún más excepcional: quien siendo
un dictador dimite.
Como no se
habían dado soluciones para la evolución política del régimen, era muy difícil
la vuelta a la normalidad constitucional. Aunque la dictadura de Primo de
Rivera no se puede considerar como el inmediato antecedente de la República, si
se puede decir que la engendró por el deterioro que supuso para la monarquía.
Esta caería inmediatamente detrás de la dictadura. La posibilidad de una vuelta
a un pasado agotado y desprestigiado favoreció un sentimiento generalizado en
contra del régimen e incluso contra Alfonso XIII a quien no se le exime de
responsabilidades y se le acusa de haber traicionado la Constitución.