jueves, 5 de diciembre de 2013

Desamortización eclesiástica



Exposición de motivos del Decreto desamortizador de Mendizábal

Clasificación:
Se trata del preámbulo del decreto real promulgado el 19 de febrero de 1836 por el que se declararon en venta todos los bienes de las “Comunidades y corporaciones religiosas extinguidas”. Va dirigido a la reina gobernadora (María Cristina) y se publica en la Gaceta de Madrid, el boletín del Estado en aquella época, por lo que se puede afirmar que tiene un carácter público de ámbito nacional. Su autor es Juan Álvarez Méndez, más conocido por Mendizábal, cuando ocupaba la presidencia del gobierno.
Circunstancias históricas:
La figura de Mendizábal apareció en la escena política española en un momento en que la Monarquía española se hallaba en guerra con el Carlismo y acosada por los problemas financieros. Como Mendizábal venía rodeado de una aureola de prestigio y de una fama de personaje relacionado con los altos círculos financieros internacionales, parecía el político providencial capaz de resolver con éxito todos los problemas que España tenía planteados.  Su gestión se centró en tres puntos: la guerra carlista,  la desamortización de los bienes eclesiásticos y recuperar el crédito del gobierno
Análisis
Es un texto en que Mendizábal explicita sus objetivos: reducir la deuda pública del Estado, incrementar la riqueza y prosperidad de la nación y crear una copiosa familia de propietarios leales al trono de Isabel II y al sistema liberal.
Comentario: Desamortización de Mendizábal (carácter, principios, desarrollo y consecuencia).
Principios. La desamortización eclesiástica de Mendizábal no fue más que un jalón muy importante de un proceso más amplio que se inició durante el reinado de Carlos III, habiendo habido desamortizaciones bajo Carlos IV, José Bonaparte I y el Trienio Liberal, concluyendo en la ley Madoz de 1855, última desamortización que se alargaría hasta finales del siglo XIX.
Carácter. El término desamortización no supone solamente el acto jurídico mediante el cual los bienes que han estado amortizados adquieren la condición de bienes libres para sus propios poseedores, como ocurría en caso de los mayorazgos, sino que implica también que sus poseedores pierden la propiedad que pasa al Estado (masa de bienes que han venido a ser propiedad del Estado), bajo cuyo dominio se convierten en bienes nacionales. El Estado los vende a particulares, y al adquirirlos los compradores, se convierten en bienes libres. Así pues, la desamortización es una operación compleja cuyo beneficiario principal es el Estado, que es el que expropia unos bienes para después venderlos a terceros. Las desamortizaciones se emprendieron más con el objetivo de que el Estado obtuviera  medios financieros que para llevar a cabo una verdadera reforma agraria.
Desarrollo. La desamortización de Mendizábal, sin duda alguna la más conocida, si no es novedosa, sí posee un carácter más sistemático y radical respecto a sus antecesoras. Como primera medida decretó la supresión de las órdenes religiosas en octubre de 1835; luego, se declaron en venta los bienes de dichas órdenes. La venta se hizo en pública subasta, adjudicándose a aquellos que ofrecieron un precio más alto. El pago se podía hacer en dos modalidades: en metálico y en títulos de la deuda a su valor nominal. En realidad, los títulos de la deuda se habían depreciado de tal manera que eran un auténtico papel mojado que sus tenedores no sabían cómo desprenderse. Ahora se les ofrecía la oportunidad de hacer un buen negocio. Como el Gobierno necesitaba urgentemente dinero contante y sonante se dio más facilidades a aquellos que pagaron en metálico y se exigió a los tenedores de la deuda que la quinta parte fuese abonada en metálico antes de serles otorgada escritura pública.
Consecuencias sociales. Los que compraron las tierras de la Iglesia fueron una burguesía urbana absentista y la antigua nobleza, la cual aprovecha la oportunidad de aumentar sus posesiones a costa de las tierras de la Iglesia. Ambos grupos formarán la aristocracia de la época isabelina; una aristocracia que se convertirá en defensora del régimen y enemiga de cualquier cambio político que implique reforma o alteración de lo adquirido.
La consecuencia más negativa fue que la desamortización eclesiástica no significó una reforma agraria. No se creó una nueva estructura de la propiedad agrícola más favorable para los campesinos pobres. Por ello Flórez Estrada atacó en las Cortes y en la prensa el proyecto de Mendizábal. Flórez Estrada defendió la idea de hacer de la desamortización un instrumento para cambiar la estructura de la propiedad, y entregar las tierras desamortizadas en arrendamientos enfitéuticos, es decir, a muy largo plazo y a muy bajo precio, a los mismos arrendatarios que las estaban trabajando para la Iglesia. El resultado fue que la situación del campesinado empeoró, ya que los nuevos propietarios endurecieron las condiciones de arrendamiento al subir las rentas y realizar nuevos contratos a corto plazo. Todo lo cual hizo que el número de arrendatarios disminuyese y aumentase el de jornaleros asalariados, iniciándose el proceso de proletarización del campesinado y convirtiendo el campo, especialmente el andaluz, en un caldo de cultivo para la revuelta social.
Consecuencias económicas. Teóricamente la desamortización debía suponer un aumento de la capacidad productiva y el tránsito de una agricultura autárquica a otra de mercado; sin embargo, los estudios más recientes ponen de manifiesto que no fue así, debido a  que los nuevos propietarios prefirieron invertir todo su capital en la compra de nuevas tierras para aprovechar el buen negocio que les ofrecía el Gobierno, y, a corto plazo, a penas invirtieron en la mejora técnica de sus explotaciones.
Si Mendizábal esperaba desobstruir los canales de la industria, el resultado fue más bien  una desviación de capitales hacia la compra de tierras que podían haberse invertido en la industria, debido a unas condiciones de pago muy ventajosas.
Consecuencias políticas. Con la desamortización se consolidó el régimen liberal, pues los nuevos propietarios se convirtieron en los más firmes defensores de un sistema político que les había permitido hacer tan pingüe negocio. De ninguna manera deseaban una vuelta atrás. La amenaza del Carlismo y la vuelta del Antiguo Régimen reforzarían la unión entre liberales y nuevos propietarios. Aunque con la paradoja que la nueva burguesía propietaria pasó a engrosar las filas del moderantismo no las del partido progresista de Mendizábal, quien, sin pretenderlo, firmó el entierro de su partido por espacio de más de  una generación.
En lo que respecta a las relaciones entre la Iglesia y el Estado, se produjo una tensión que terminó en la ruptura.
Consecuencias culturales. Posiblemente uno de los aspectos más tristes y lamentables de la desamortización eclesiástica es el mal causado al rico patrimonio artístico y documental: valiosos edificios arquitectónicos abandonados y derruidos, innumerables obras de arte perdidas, archivos destruidos, deterioro y dispersión de fondos  bibliotecarios.

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